¿Nucleares? ¿Sí, gracias?

Hay muchos discursos rimbombantes sobre el futuro unido de la UE y la homogeneización de las políticas de los diferentes países para converger en un proyecto común. La realidad, sin embargo, es muy diferente. Estos días, en plena discusión medioambiental en la cumbre de Glasgow, se aprecia como las apuestas energéticas de los países de la UE pueden llegar a ser diametralmente diferentes. Francia y Alemania, los dos grandes colosos europeos, son la mejor prueba de ello.

El presidente francés, Emmanuel Macron, anunciaba el pasado martes un plan para construir nuevas centrales nucleares para garantizar la independencia energética de su país. Macron lo tiene muy claro. No quiere que Francia dependa de otras energías del exterior y para ello nada que mejor que relanzar la construcción de reactores nucleares. Alemania, en cambio, es firme partidaria del apagón nuclear. Después del accidente de la central japonesa de Fukushima, en el 2011, la cancillera Angela Merkel preparó el país para el cierre de todas sus centrales, hecho que se producirá este próximo año. El problema para Alemania es que cada día que pasa es más dependiente del exterior y necesita el gas natural ruso para mantener su actividad industrial.

La amenaza lanzada ayer por el autoritario presidente bielorruso, Alexánder Lukashenko, de cortar el suministro de gas que va de Rusia a Alemania por la polémica de los refugiados parece darle la razón a Macron en esta compleja estrategia de supervivencia energética. Alemania está sufriendo como nunca la dependencia del gas ruso, ya que le impide mantener una actitud más contundente contra las políticas de Vladímir Putin.

Pero no todo es tan sencillo. Francia se encontró ayer con que un grupo de socios de la UE (la propia Alemania, Dinamarca, Austria, Luxemburgo y Portugal) decidieron que la energía nuclear no puede ser considerada una apuesta verde y, por tanto, una opción elegible para poder aspirar a recibir fondos europeos. La guerra energética se ha desatado con toda virulencia en plena cumbre de Glasgow. Lo que se decida estos días va a marcar, sin duda, el futuro del planeta.

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