La lucha antiterrorista en Afganistán, entre la espada y la pared

Cooperar con los talibanes? La comunidad internacional enfrenta un dilema sin fácil solución en su lucha contra la amenaza yihadista en Afganistán, especialmente la filial local del Estado Islámico (EI), sin atreverse a cooperar por ahora con el nuevo poder en Kabul.

Por un lado, el emirato islámico de Afganistán sigue siendo próximo a Al Qaida. Por el otro, el Estado Islámico-Khorasan (EI-K), rama local del EI y enemigo acérrimo del régimen de Kabul, multiplica los atentados en el país y sueña con atacar fuera de sus fronteras.

Estados Unidos, que abandonó Afganistán tras 20 años de una guerra tan costosa como inútil, “se encuentra en una situación imposible”, apunta Colin Clarke, director estratégico de Soufan Center, un centro de reflexión independiente con sede en Nueva York.

“Esperan que los talibanes estabilicen Afganistán. Pero ¿cómo podrían interactuar habitualmente con ellos (…) cuando estos se han negado a cortar los lazos con Al Qaida?”, agrega a la AFP.

Veinte años después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 preparados en Afganistán y dos años después del fin del califato autoproclamado por el EI en Irak y Siria, volvió el fantasma de un nuevo santuario para los yihadistas.

En octubre, el subsecretario estadounidense de Defensa, Colin Kahl, estimó que el EI-K podría atacar Estados Unidos en seis meses. Al Qaida necesitaría, en su opinión, entre seis meses y dos años.

  • “Una guerrilla superada” –

Lisa Curtis, del Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense (CNAS), recuerda en este sentido que dos tercios del gobierno afgano son individuos sancionados internacionalmente por terrorismo.

En 2011, los estadounidenses pusieron precio (5 millones de dólares) a la cabeza de Khalil Haqqani, el nuevo ministro de Refugiados y un importante dirigente de la red epónima fundada por su hermano Jalaluddin Haqqani.

Para la experta, pactar con ellos es inconcebible. “La idea de ayudar a los talibanes a consolidar su poder para luchar contra el EI-K es un cálculo cortoplacista y acabará volviendo como un bumerán contra Estados Unidos”.

Amina Khan, del Instituto de Estudios Estratégicos (ISSI) con sede en Islamabad, aboga en cambio por una ayuda humanitaria coordinada que alivie a los talibanes y les permita combatir al EI.

“¿Cómo esperar que los talibanes puedan gobernar, aportar estabilidad, establecer un Afganistán seguro que no sea una amenaza para sus vecinos?”, se pregunta Khan. “No tienen un ejército en buenas condiciones (…) son una guerrilla superada por la gobernanza y la crisis económica y humanitaria”, agrega a la AFP.

Pero un reconocimiento internacional de su régimen no está en el orden del día. “Sí, el enemigo es el EI-K. Sí, los talibanes luchan contra el EI-K. Dejémoslos luchar”, apunta Curtis, para quien no es necesario “escoger” entre dos peligros.

La experta aboga en cambio por intentar influir en el comportamiento de los talibanes y establecer una línea común con los europeos, con los países vecinos y potencias regionales, como India y Pakistán.

  • “Ojos y orejas” –

EI y Al Qaida cuentan, junto a sus numerosas filiales en África y Oriente Medio, con más santuarios y zonas controladas que en 2001.

“No necesitamos una infraestructura terrorista física en Afganistán para que el país constituya un problema importante”, asegura Hans-Jakob Schindler, antiguo experto de Naciones Unidas que dirige el centro de reflexión Counter-extremism project (CEP).

Internet permite a los grupos yihadistas prepararse a distancia y la crisis de refugiados representa una oportunidad para infiltrar sus militantes. “Necesitan un lugar seguro para planear, financiarse y organizarse. Afganistán es a día de hoy un lugar seguro”, agrega.

Para el experto alemán, “el primer objetivo ahora es encontrar de nuevo ojos y orejas en el terreno”, máxime cuando los países occidentales dejaron sus redes de inteligencia “en manos de los talibanes”.

Mientras tanto, la comunidad internacional deja pasar el tiempo. Incluso Rusia no tiene una línea estratégica clara, estima Pavel Felgenhauer, un experto ruso en cuestiones de defensa y próximo de la oposición.

Moscú “no se interesa mucho a lo que ocurre en Afganistán, mientras no implique una desestabilización en la Asia Central postsoviética”, asegura.

Sin embargo, más allá de Estados, Afganistán concierne a todo el mundo, pero “nadie quiere trabajar con nadie y todo el mundo espera sentado a ver qué pasa”, agrega.

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