Sintonía dentro de un orden

En temas como el mercado eléctrico y las reglas de estabilidad, Sánchez no puede esperar que el nuevo Ejecutivo alemán reme en la misma dirección

La visita del canciller alemán Olaf Scholz a la Moncloa ha inaugurado una semana en la que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mantendrá contactos con los principales líderes europeos, con la futura presidencia europea de España en el horizonte. El entendimiento entre Scholz y Sánchez viene de lejos porque ambos han coincidido en numerosos encuentros entre los dirigentes socialdemócratas europeos, pero esta visita es la primera del líder alemán como canciller. En ella los dos dirigentes han dicho compartir «la visión sobre el progreso social y económico para devolver la dignidad y el respeto a nuestros conciudadanos, a los trabajadores jóvenes y mayores (…) el empuje a la Europa social y a la defensa de nuestros valores y principios socialdemócratas». Esta sintonía se reafirmará con la reanudación de las cumbres hispano-alemanas, después de que la del año pasado se suspendiera por la pandemia. Aunque más allá de las coincidencias, no son pocas las diferencias de planteamiento que no permiten vaticinar con tanta seguridad que las dos capitales vayan a remar en la misma dirección. La Moncloa sostiene que la socialdemocracia ha salido «reforzada» con la gestión de la crisis de la pandemia y Sánchez no deje de repetir que las soluciones aplicadas a la crisis son en este sentido muy distintas del tratamiento neoliberal por el que se optó en el 2008. Pero tampoco son las mismas las que pueda plantear un Gobierno, como el español, que integra el espacio político situado a la izquierda de los socialistas, y otro que ha descartado esta opción y ha preferido una coalición completada por los Verdes y los liberales.

Es cierto que Sánchez calificó la visita como el comienzo de una «nueva etapa» en las relaciones entre los dos países. «España y Alemania han logrado grandes cosas cuando hemos ido de la mano», dijo el presidente del Gobierno en la conferencia de prensa conjunta, y añadió que «ahora ponemos esta sintonía al servicio de una mayor cohesión de la Unión Europea». Aunque cabe recordar, para relativizar este intento de presentar un eje Berlín-Madrid como prioritario en la estrategia internacional de Scholz y central en la política europea, que el canciller alemán ha visitado Madrid después de haber viajado previamente a París, Roma, Bruselas y Varsovia.

También es necesario destacar que el tándem Scholz-Sánchez no ha ocultado mantiene discrepancias en algunos aspectos clave. Ambos mandatarios abordaron la situación de la pandemia, la preparación de la cumbre de la OTAN que se celebrará en Madrid a finales de junio, la reforma de las reglas fiscales de la UE, el pacto migratorio europeo y la amenaza de Rusia en Ucrania, tema en el que coincidieron en pedir una desescalada de la presencia de tropas rusas en las fronteras ucranianas y en rechazar una intervención militar. Pero las no coincidencias quedaron claras al abordar el futuro de las reglas de estabilidad que limitan el gasto público, que Sánchez querría ver relajadas y Scholz reivindicó. O la disposición a reformar el mercado eléctrico europeo, prioritaria para el presidente del Gobierno español e innecesaria para el Ejecutivo alemán.

El momento es propicio para que los gobiernos socialdemócratas orienten a la UE hacia políticas inclusivas y de contenido social. Y el contexto es positivo para que España ejerza una influencia acorde a su peso. Lo podrá hacer si es capaz de presentar ante los socios europeos unas credenciales solventes, asegurando el crecimiento económico y cumpliendo sus compromisos. Eso, y no una presidencia de turno, sí es un mérito del que se podría presumir.

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