El fenómeno se amplía, escapa a todo control y alarma a cúpulas militares y de servicios de inteligencia. Yihadistas, grupos criminales y paramilitares hacen uso del dron como arma letal, como en el reciente ataque contra el primer ministro iraquí.
Mustafá al Kazimi salió indemne el domingo de un ataque con drones explosivos contra su residencia. Antes que él, el presidente venezolano Nicolás Maduro había sido objeto de un ataque con este tipo de aparatos en 2018.
“Esto confirma lo que ya sabemos: los ataques de corto alcance son cada vez más viables, no muy difíciles de financiar ni de organizar técnicamente, y potencialmente bastante precisos”, explica a AFP Michael O’Hanlon, investigador en Brookings Institution.
En los últimos años, los ejércitos se han preguntado sobre la inclusión de drones en sus propios arsenales y ante el riesgo de que estos aparatos proliferen en grupos armados debido a su fácil acceso en los mercados.
Jean-Marc Rickli, director de riesgos globales y emergentes en el Centro de Política de Seguridad en Ginebra (GSCP), señala “la importancia creciente de tecnologías de doble uso, es decir, tecnologías comerciales utilizables con fines militares”.
El experto constata un uso cada vez más amplio de este aparato controlable a distancia: desde el atentado dirigido, criminal o terrorista, hasta un ataque de más envergadura con un enjambre de estos dispositivos hábiles, rápidos y coordinados.
Algo así ocurrió en una operación de los rebeldes hutíes en Yemen contra instalaciones petroleras en Arabia Saudita en 2019, que burlaron los sistemas sauditas de defensa aérea.
“Se encuentran en el mercado drones hechos para este tipo de misión”, constata Rickli, poniendo el ejemplo de unos pequeños drones chinos capaces de volar en enjambre o de los Kaláshnikovs rusos equipados con alas, “un AK47 volador, vendido como arma antidrón pero que puede usarse con fines ofensivos”.
En el reciente incidente de Bagdad, se emplearon “tres drones”, según fuentes de seguridad. Dos fueron abatidos, pero uno consiguió hacer estallar su carga.
Irán condenó el ataque, aunque precisamente la vecina República Islámica figura entre los sospechosos para muchos analistas, dado que es una de las potencias regionales que han desarrollado el sector.
- Difíciles de contrarrestar –
“El ataque de dron parece confirmar la tendencia reciente de que Irán quiere demostrar su voluntad de utilizar una acción armada contra sus adversarios regionales”, señaló el lunes el Soufan Center, un instituto privado estadounidense de análisis militar y estratégico.
Posiblemente, en Oriente Medio y en el resto del mundo, los drones acabarán consolidándose como arma y alterarán la cotidianidad de la guerra, los conflictos asimétricos y el terrorismo internacional.
El ejemplo iraquí “señala el potencial uso (de drones) en asesinatos dirigidos”, analiza para AFP Jeremy Binnie, experto de defensa en Oriente Medio para la publicación especializada británica Janes.
“La amenaza crece a medida que los componentes son cada vez más eficaces, permitiendo a las empresas aumentar la carga útil que el aparato puede llevar”, para satisfacción de grupos insurrectos y yihadistas, explica el investigador.
Frente a este peligro, las capacidades defensivas se van actualizando, pero van rezagadas. Por ahora se centran en lanzar interferencias a las ondas de mando, de imágenes o frecuencias de GPS de los drones de uso civil.
A grandes rasgos, estos aparatos están guiados por tres canales: radiofrecuencia, una red de telecomunicaciones (4G, 5G), o coordinadas de GPS preprogramadas, resumía recientemente a AFP una fuente de seguridad en Milipol, el congreso de la seguridad interior de los Estados, cerca de París.
Cada vez más, los servicios de protección de personalidades se equipan de sistemas para interferir en estos canales.
“Es como si gritáramos más fuerte que el operador del dron, que se queda paralizado” durante el tiempo de poner a refugio al objetivo, explicaba esta fuente.
En los próximos años este problema se puede acentuar con un fuerte potencial disruptivo.
Además, los sistemas cinéticos tradicionales (misiles y arsenales antiaéreos) “se consideran inapropiados para la defensa antidrones en zonas habitadas”, explica Binnie.