La OTAN, el fracaso del belicismo

Desde la amenaza de la guerra híbrida hasta el cambio climático, pasando por aspectos sociales y humanitarios que afectan a la seguridad, como las migraciones, el desempleo, las crisis económicas, las pandemias, la seguridad energética… no necesitan misiles, buques de guerra, cazas ni ojivas nucleares

La próxima cumbre de la OTAN que se va a celebrar en Madrid a finales de mes será con toda seguridad una celebración, una fiesta, en la que una organización que tan solo en 2019 estaba en “muerte cerebral” tal y como afirmó el presidente francés Emmanuelle Macron, celebrará con orgullo su existencia cuando Europa vive de nuevo una guerra. Una guerra en la que la EEUU marca el paso de una respuesta militar de la UE con cada vez menos autonomía estratégica.

Algo que no se le puede reprochar a la OTAN ha sido su lucha por existir. Es cierto que hoy en día es percibida en Europa de manera mayoritaria como imprescindible para gestionar la inseguridad europea. Sin embargo, la habitual miopía de la clase política no es capaz de ver los muchos indicadores que muestran la responsabilidad directa e indirecta de la OTAN para que el mundo, y en concreto Europa, no sea un lugar más seguro. Rebatamos al menos cinco argumentos falaces que con toda probabilidad serán utilizados en la cumbre de Madrid.

En primer lugar, la OTAN, al contrario de lo que será afirmado por todos los asistentes a la cumbre de Madrid, no promueve la paz, sino que más bien al contrario ha animado a algunos de sus miembros a participar en guerras más allá de sus fronteras, en muchos casos con bandera de la OTAN. Es el caso de las guerras de Afganistán, Iraq y Libia, que han llevado el caos, la destrucción y provocado centenares de miles de víctimas civiles en Asia Central, Oriente Medio y el Norte de África. Lejos de EEUU y no tanto de Europa.

Segundo, la OTAN no necesita llegar al 2% del PIB en gastos militares tal y como marca el compromiso, no vinculante, de la cumbre celebrada en Gales en 2014, en la que se decidió no tanto llegar al 2% sino “tender” hacia ese objetivo. Es decir se acordó aumentar los gastos militares cada año, por poco que fuera, quizá con el objetivo de evitar la tendencia contraria, la de la reducción. El caso es que el gasto militar de la OTAN sobrepasa el objetivo de Gales sobradamente, alcanzando el 3% de su PIB de todos sus miembros en conjunto. Los que dedicaron 1,13 billones de dólares a gasto militar en 2021, el 53% del total, para una población que representa el 12% mundial. Es decir cada ciudadano OTAN dedica al año 1.185 $ a gastos militares, cuando la media mundial es de 263 $ per cápita.

Tercero, la disuasión de la OTAN no funciona. Los defensores de la Alianza Atlántica argumentan que gracias al artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte que apela al ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva, ninguno de sus miembros ha sido atacado. Sin embargo esto no es cierto, primero porque ha habido ataques como nunca antes había ocurrido, en Nueva York, París, Londres o Madrid, y obviamente ataques a intereses de miembros de la OTAN en lugares donde mantienen presencia militar. Por otra parte, es bueno recordar que la inmensa mayoría de los 163 Estados que no pertenecen a la OTAN, ni a ninguna organización similar que incorpore la cláusula de defensa colectiva, no han sido atacados, ni hay ningún indicio de que vayan a ser objeto de ningún ataque militar. Los países que no forman parte de la OTAN dedican 140¢ per cápita a la militarización. Parece que hay otras maneras de defenderse.

Cuarto, la no neutralidad implícita a ser miembro de la OTAN pone en el punto de mira a sus miembros. La OTAN promueve la seguridad de las armas, del miedo, de la disuasión del uso de la fuerza, la amenaza de la venganza, de infligir un daño mayor al recibido. Una doctrina impulsada por el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, solo cuatro años antes de la creación de la OTAN. Sumarse a la OTAN es como hacerse amigo del fuerte de la clase, que al tiempo que genera amigos de conveniencia construye enemigos de largo plazo. En este sentido, no parece descabellado pensar que los nuevos enemigos de la OTAN hayan sido generados en cierto modo por algunas de sus intervenciones militares. Además, la hegemonía militar de la OTAN y específicamente de EEUU es el paradigma de la amenaza nuclear. Sin un desmantelamiento nuclear sincero del único país que ha utilizado el arma nuclear, no se puede esperar que lo hagan otros países.

Quinto. El método OTAN no sirve para hacer frente las amenazas y riesgos a la seguridad actuales. Las doctrinas de seguridad y defensa de los Estados miembro de la OTAN, la Brújula Estratégica de la UE y el nuevo concepto estratégico de la misma OTAN insisten en que las amenazas a nuestra seguridad son eminentemente de carácter no militar. Desde la amenaza de la guerra híbrida hasta el cambio climático, pasando por aspectos sociales y humanitarios que afectan a la seguridad, como las migraciones, el desempleo, las crisis económicas, las pandemias, la seguridad energética… no necesitan misiles, buques de guerra, cazas ni ojivas nucleares. La OTAN, como estructura militar, no consigue responder a los retos securitarios del futuro inmediato. El coste de oportunidad económico y político de dedicar recursos y esfuerzos a la vía militar y no a la diplomática, científica, social y humanitaria que genera la OTAN es incuantificable.

En definitiva, la disuasión militar de la OTAN no da mayor seguridad. El principal ejemplo de que no ha sido así es la actual guerra de Ucrania. El objetivo de la OTAN de alcanzar la paz y la seguridad en la zona del Atlántico Norte y al norte del Trópico de Cáncer ha fracasado estrepitosamente. Ni ha servido para evitar ataques contra su población civil, ni ha servido para evitar la guerra con Rusia. Más bien su actuación ha sido un factor determinante que ha llevado a que sus ahora enemigos busquen también legitimarse y expandir su influencia a través del belicismo y militarismo que a su vez promueve la OTAN.

La cultura belicista, inspirada en que el uso de la fuerza es el único camino para conseguir la paz, impregna cada paso de la OTAN. Ello la convierte en una amenaza colectiva que busca amedrentar a sus hipotéticos adversarios a través de una hegemonía militar que desangra las economías de sus miembros y que genera caos, destrucción, miedo y rencor allá por donde pasa. La OTAN no ha sabido dar seguridad a Europa y su estrategia actual en la guerra de Ucrania, de priorizar la vía militar sobre la diplomática, dejará un continente arruinado, herido y vulnerable, que no verá mejor salida a su vulnerabilidad que caer en los brazos de Estados Unidos, el incuestionable ganador de esta partida de Risk con víctimas reales.

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